"La inmortalidad es una idea deseable hasta que caes en la cuenta de que la tienes que vivir solo"
Mil años escondido. Mil años
ocultándome de la luz del sol en un ataúd frío y muerto. Mil años siguiendo la
ley inmortal: matar o morir, matar para vivir, vivir para matar. Tu muerte, mi vida. Muerte dulce y cálida,
sangre que quita vida para renacer en un cuerpo yermo. Cazador y presa, presa y
cazador por los siglos. ¿Quién es la presa y quien el cazador? El monstruo,
gritan aterrados, pero sigo sin comprender, tras tantos años, a quien se
refieren. ¿Eres tú, acaso, el monstruo? ¿O soy yo? Aullidos en la noche más
cerrada, soy aquello que no ves pero que te eriza los pelos de la nuca.
Mil años entre nieblas, mil años
vagando en las sombras que me coronan como príncipe de las tinieblas y señor de
la oscuridad. Mil años de amaneceres ausentes y esperanzas perdidas. Tanto
tiempo encarcelado en un cuerpo sin alma y una vida sin muerte. Mil años
navegando océanos de tiempo para encontrar otra alma ausente, pero no soplan
vientos de esperanza que hinchen las velas de mi barco. Un alma perdida en este
desierto de gente, una ínsula de soledad en este mar de sangre y dolor.
Eternidad, vasta palabra que no
llega a comprender todo su significado. Eternidad, el más cruel de los castigos
que Dios o el Diablo inventaron. Deseo
de aquellos que entienden que no son más que una mota de polvo de este planeta…
pobres infelices, incapaces de atisbar, ni siquiera un instante, la inmensidad
de esa maldición. Tantos humanos anhelando la fuente de la eterna juventud sin
entender que la muerte es el cálido abrazo que pone fin a semejante tortura.
¿Quieres vivir para siempre? Piénsatelo
bien, yo puedo dártelo. Puedo regalarte la soledad de la vida eterna, el poder
de la noche y la desolación de ver morir el mundo que amaste. ¿De verdad la
quieres? Piénsalo y búscame. Al fin y al cabo la eternidad no es tan larga.
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