"Here I stand in the rain, here I stand in the cold, I been locked into get another shot in my soul"
De pequeño me gustaba ojear el
periódico que mi padre traía a casa cada día. Supongo, no lo recuerdo, que me
haría sentir mayor. Ojeaba unas letras que formaban otras palabras que
escapaban a mi total comprensión, sin importar el tema. Política, economía o
deportes, todo era lo mismo. Pero la sección que más me fascinaba, quizá por no
lograr entender su pleno significado, era aquella de las esquelas. Y fue ahí
donde, de pequeño, leí que un hombre había muerto a la edad de 38 años. Me
golpeó, se me grabó a fuego, cayendo en la certeza que mi vida, como la de
aquél anónimo, acabaría a los 38.
¿Se imaginan como es vivir así?
Saber, exactamente, la edad en la que
respirará por última vez. La gente dice que viviría en un frenesí, exprimiendo
cada una de las gotas de la vida sin que importase ya nada. Patrañas. No sé si
es angustia, miedo o desesperación. Es mirar calendarios de años venideros para
saber en qué día de la semana cae tu cumpleaños. Es vivir sintiendo que cada
día que pasa, ese 38 maldito y mortal está un poco más cerca.
Tantos cumpleaños con una
celebración ahogada en pena. Tantos pensamientos girando alrededor de una sola
idea. Tantas pesadillas interrumpidas por un nudo en la boca del estómago…
tanto tiempo esperando a que llegue el fatídico momento, y ahora que ha
llegado, solo puedo echar la vista atrás y pensar en si el tiempo pasó
demasiado rápido o excesivamente lento. Ya llegaron los 38, y no voy a esperar
a que me maten. Para eso compré esta pistola con una única bala. ¡BAM! Qué
absurdo, qué curioso. Llegaron los 38 y, como sentí al leer aquella esquela, mi
vida acabó.
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