"Gran descanso es estar libe de culpa"
Mi cara, la de la vergüenza, escondida tras una máscara negra
con apenas dos ranuras para contemplar este mundo tan cruel que me mira con
desprecio y admiración. Un nudo en la soga, un hacha afilada
o un revolver a punto para disparar justicia y odio irracional. Y mis manos
sucias de sangre que se limpiará con un poco de agua. Sangre que no me abandona jamás.
Me juzgan, me admiran y me temen a partes iguales. ¡La justicia,
el verdugo! Un hombre con corazón de hierro, un hombre sin corazón alguno. Un
hombre con oscuridad en lugar de corazón, con vacío en el pecho. No, un hombre
con el corazón roto y remendado mil veces y una más.
La máscara que esconde mi rostro cuando robo una vida, la
misma que me persigue cuando cierro los ojos. Los ojos que me miran mientras se
apagan, los ojos que me atormentan cuando cae la noche y cierro los míos, los
ojos me inculpan por hacer mi deber. No juzgo, no opino, solo ejecuto órdenes.
Soy inocente. Y esos ojos acusadores, esos gritos sordos, esos dedos que me
señalan me ordenan coger la soga y adornar mi cuello. Que otro use la máscara.
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