"Señorita, ¿aquí que pone, que me distraigo con facilidad o que me distraigo con felicidad?"
La actividad era fácil, así lo requería la edad de los
niños. Las sillas estaban agrupadas en varias islas desiguales: una estaba
formada por cuatro, otra por seis, había alguna silla suelta e, incluso, había
una gran isla formada por diez sillas.
Acto seguido, la profesora les dijo a los alumnos que se
repartieran entre las islas, y como era lógico, en la isla más grande había más
niños que en las islas pequeñas. Pero resultó que el ejercicio no se hacía así,
y la profesora los repartió de forma desigual. Dos niños encima de la silla
solitaria, tres niños encima de la isla de seis sillas, siete niño en la isla
de cuatro y otros tres niños en la gran isla de diez sillas.
“Señorita, pero así no podemos estar”, dijo uno de los
alumnos. “Entonces, ¿qué harías?”, y cuando el niño protestón bajó de la isla
de cuatro sillas para ir a de diez, la señorita lo cogió y lo devolvió
a su sitio original.
“Chicos, esto es lo que pasa en la vida real. Cada isla
representa un país, incluso un continente, y cuando algunos intentan estar más
cómodos y con más espacios, no se les deja. ¿Alguien sabe por qué?”.
Tímidamente, Marcel levantó la mano. “Yo creo que lo sé, señorita. Es porque no
lo piden por favor, ¿verdad?”.
Yo quiero vivir en el mundo de Marcel.
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