"Una ciudad es lo que hacemos de ella"
Esto lo escribo por las
mecedoras. Por las mecedoras y por algunos ataúdes, que ahora los hacen muy
cómodos. Lo escribo por ir caminando muy despacio por la calle de una gran
ciudad (si es que a hacer el tonto se le puede llamar caminar). Lo escribo por
una mejilla húmeda y la primera noche de abrazos.
Esto lo escribo por una
habitación llena de cajas que se convirtió en la de invitados, y porque al
final los invitados fueron un par de gatos semi callejeros. Lo escribo por otra
habitación con el techo azul por descuido y por otra de un lila chillón que
apestaba a muerto y ahora a cursilería.
Lo escribo por dos nombres o tres
escritos en la playa mientras cuatro ojos ven como las olas los devoran. Lo
escribo porque un chaval, a diez mil pies
de altura, se tapaba con una manta para que nadie le viese llorar mientras leía
la carta de despedida de su novia, que la dejaba en su tierra natal.
Lo escribo por las mecedoras y
por las cosas. Y porque siempre va bien tener una rosa de los vientos que te
ayude a entender de donde sopla el aire que pueda hincharte las velas.