sábado, 28 de marzo de 2015

El corazón de la tormenta





"Just like a breaking wave, a moment of life and then it's gone"

Dentro de mí hay un sitio que se siente como el corazón de la tormenta. Una ola rompiendo en la vida antes de deshacerse en la oscuridad perpetua. Dentro de mí  hay un lugar donde se sienten los relámpagos iluminando el cielo al son del estruendo que provocan los truenos, aterrador escándalo de origen desconocido.


Como un barco a la deriva en alta mar bajo un cielo disfrazado de nubarrones oscuros. Un barco emitiendo S.O.S. con una esperanza ausente de que llegue a oídos. Sin rumbo, sin brújula y a voluntad del viento huracanado y la lluvia que no hace más que oxidar su esqueleto.

En el corazón de la tormenta no puedo morir, la muerte está aún lejana. Un suspiro de vida antes de ahogarse en el fondo del mar solo para salir a superficie y llenar, de nuevo, los pulmones de aire. Como un naufragio  en un islote diminuto en medio de la nada y azotado por rayos. Dentro de mi hay un sitio que se siente como el corazón de la tormenta.


domingo, 22 de marzo de 2015

Huyendo de la muerte


"El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional"

Cuentan que en una época pasada, en un país remoto, un hombre seguía una rutina muy marcada. Al despuntar el alba se acicalaba, desayunaba e iba al mercado. Todos los días de cada mes el hombre seguía este protocolo, temeroso de romperlo por si el mal se escondía tras una esquina.


Cierto día, tras su refrigerio matinal, salió hacia el mercado, y entre el gentío vio a la muerte esperándolo y como hacía un gesto amenazador. Asustado, el hombre escapó del mercado, huyendo a casa de un muy querido amigo suyo. “Por favor, amigo –le dijo-, préstame un caballo veloz, pues tengo que irme al pueblo vecino para escapar de la muerte que me acecha”.

Tras prestarle el caballo más veloz, el amigo partió al mercado. Y, también él, encontró a la muerte entre el gentío. “¿Por qué has acechas a mi amigo? ¿Por qué le haces esos gestos amenazantes?”. “¿Amenazas? –preguntó la muerte-. Era un gesto de sorpresa al encontrarlo aquí, pues esta noche debo reunirme con él en el pueblo vecino”.

viernes, 13 de marzo de 2015

Los cinco ciegos y el elefante


"Todo depende del cristal con que se mira"

Hace mucho tiempo, en un país lejano en mitad de la jungla, sacerdotes de diferentes religiones y sus seguidores discutían acerca de la vida y la verdad. “La nuestra es la única verdad, y los que no la aceptáis os purificaréis en fuego”, “No, nuestro Dios es el verdadero, así que arrodíllate, le debes sumisión”. Las palabras se convirtieron en golpes, y éstos en sangre y muerte. Finalmente, la noticias llegó a oídos del rey del país.

El rey, sin dilación, reunió a los sacerdotes. “Traedme un elefante y a cinco ciegos de nacimiento”, ordenó a sus súbditos. A la mañana siguiente, en mitad del palacio, estaba el animal y los cinco ciegos. Ordenó que uno de los invidentes tocara la cola del elefante, otro que tocara la trompa. El tercero, una de sus patas, y la oreja el cuarto. Finalmente, el quinto ciego tocaba uno de los colmillos de marfil. “¿Y bien? –dijo el rey dirigiéndose a los ciegos-, ¿cómo es un elefante?”.

“Es como una escoba” dijo el primero. “Es como una flauta larga y gruesa” dijo el segundo. El tercero, sin pensarlo y acariciando la planta del elefante, dijo “es una especie tronco, largo y duro”.  “Es… es como un flabelo algo rígido, pero tan grande que da mucho aire”. Finalmente, el quinto dijo “El elefante es un asta. Fría, dura y alargada”. Escuchándose unos a otros,  los ciegos empezaron a pelearse.

“¿Lo entendéis, ahora?” dijo el rey observando a los atónitos sacerdotes.

viernes, 6 de marzo de 2015

El río


"Para poder seguir tengo que empezar todo de nuevo"

Siéntate aquí, a su orilla, y óyelo discurrir. Escucha como fluye el río ante la atenta mirada de la noche, tan llena de sonidos que hace el silencio más profundo. El río te habla, y si lo escuchas bien, si apartas todo de tu cabeza y le prestas atención, te cantará la vida.

El río, siempre infinito. Al mismo tiempo que nace, muere. Aún es hielo cuando se disuelve en la sal de la mar. Ese mismo río que ves, que tocas, que te acuna entre susurros, lo ve, toca y acuna a alguien que ni siquiera imaginas. Esos murmullos que te relajan y vacían tu mente, aquí, ahora, en este mismo instante, relajan y vacían la mente de otro, también en este mismo instante.

El tiempo, semejante patraña que hemos inventado para mortificarnos. El tiempo, grilletes que vestimos gustosamente para otorgarnos la liberación de la excusa. El tiempo, la cuadratura que hemos hecho a nuestra existencia para encasillarnos. El tiempo… y mientras, el río fluye, naciendo y muriendo en cada instante.  

domingo, 1 de marzo de 2015

El abrazo final



"El miedo original es el miedo a la muerte"

Ahí está. Lejos, muy lejos en el tiempo, y sin embargo ahí está. La ves, la sientes, la respiras. Te la imaginas como la nada, como un vacío oscuro, sin sentir ni padecer. Un agujero que todo lo engloba, que todo lo absorbe y que todo lo domina. Te lo imaginas, o al menos lo intentas. Pero es tan grande, su concepto es tan inabarcable que apenas puedes hacerte una pequeña idea.

Y día tras día la temes y la piensas. Días tras día, y así desde tu nacimiento, quieres ignorarla, desterrarla, mandarla bien lejos, pero está ahí, con su semillita bien plantada en lo más profundo de tu ser. No lo sabes, no quieres saberlos, menos aún admitirlo, pero te domina durante el día, te esclaviza en sueños.

Ya está, es inevitable, y lo que tenga que ser, será. Te lo dices con la boca muda y palabras vacías, te lo repites por si hay suerte y llegas a aceptarlo. Fuera, fuera esa idea te dices, mientras por detrás, de manera sibilina, la alimentas. Y así, al final de todo, cuando te toca abrazarla, te das cuenta que por amarla sin amor no has amado lo que pierdes.