domingo, 20 de julio de 2014

Obituario



"Here I stand in the rain, here I stand in the cold, I been locked into get another shot in my soul"

De pequeño me gustaba ojear el periódico que mi padre traía a casa cada día. Supongo, no lo recuerdo, que me haría sentir mayor. Ojeaba unas letras que formaban otras palabras que escapaban a mi total comprensión, sin importar el tema. Política, economía o deportes, todo era lo mismo. Pero la sección que más me fascinaba, quizá por no lograr entender su pleno significado, era aquella de las esquelas. Y fue ahí donde, de pequeño, leí que un hombre había muerto a la edad de 38 años. Me golpeó, se me grabó a fuego, cayendo en la certeza que mi vida, como la de aquél anónimo, acabaría a los 38.

¿Se imaginan como es vivir así? Saber,  exactamente, la edad en la que respirará por última vez. La gente dice que viviría en un frenesí, exprimiendo cada una de las gotas de la vida sin que importase ya nada. Patrañas. No sé si es angustia, miedo o desesperación. Es mirar calendarios de años venideros para saber en qué día de la semana cae tu cumpleaños. Es vivir sintiendo que cada día que pasa, ese 38 maldito y mortal está un poco más cerca.

Tantos cumpleaños con una celebración ahogada en pena. Tantos pensamientos girando alrededor de una sola idea. Tantas pesadillas interrumpidas por un nudo en la boca del estómago… tanto tiempo esperando a que llegue el fatídico momento, y ahora que ha llegado, solo puedo echar la vista atrás y pensar en si el tiempo pasó demasiado rápido o excesivamente lento. Ya llegaron los 38, y no voy a esperar a que me maten. Para eso compré esta pistola con una única bala. ¡BAM! Qué absurdo, qué curioso. Llegaron los 38 y, como sentí al leer aquella esquela, mi vida acabó.  

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