lunes, 23 de febrero de 2015

Oscuridad



"La oscuridad no existe. Lo que llamamos oscuridad es la luz que no vemos"

La oscuridad te rodea. Negrura por todas partes, una oscuridad total y absoluta. No puedes ver nada, ni siquiera intuir tu mano cuando  la separas pocos centímetros de tus ojos. Podría estar a kilómetros, a eras de distancia, la sensación sería la misma. Miras a derecha e izquierda, arriba y abajo. Tanto da, solo ves oscuridad total y absoluta.


Hay que combatir, hay que derrotar a esa penumbra que todo lo atrapa, a toda esa noche que llega hasta los rincones más apartados. Te pones tu armadura, y con tu espada empiezas a golpear. Aquí, allí y un poco más lejos. Mandobles sin cesar ni precisión, tan solo mandobles histéricos.

No lo consigues. A pesar de tus esfuerzos no consigues derrotar la oscuridad que todo lo llena. La espada no es suficiente, la armadura no logra protegerte y caes de rodillas, exhausto y desquiciado por no poder derrotar la oscuridad... y pensar que la oscuridad no es más que ausencia de luz… y pensar que con una pequeña cerilla hubieses vencido…

sábado, 14 de febrero de 2015

Y el orgullo ardió



"Aquel que es demasiado pequeño tiene un orgullo grande"


Cuentan que hace mucho, en un lugar alejado en medio del bosque, en un pueblecito vivían dos mendigos, uno ciego y otro sin piernas. Ambos competían por las limosnas de los pueblerinos intentando dar más pena y lástima que el otro. Era una guerra sin cuartel, sorda y alejada de la superficie. Luchaban por ser más rico que el otro, y a raíz de esa lucha surgió el  odio.


Un día de tormenta, con rayos y truenos, sus lamentos se hacían más audibles. “No puedo ir a refugiarme, no tengo piernas para ir bajo techo. Soy el más desgraciado de todos” decía uno al son que unas cuantas monedas caían delante de él. “No puedo irme a ningún sitio, no veo  y podría caerme por el precipicio. Mi desgracia es la mayor de todas.” repetía el ciego mientras otras tantas monedas se apilaban a sus pies. El odio que sentían hacia el otro les incitaba a gritar más y más.

De repente un rayo cayó en un árbol y el fuego surgió. Y de este a otro árbol, y a otro y a otro. El incendio era devastador y violento. Los habitantes del pueblo huían asustados, haciendo oídos sordos a los gritos de ayuda de los dos mendigos, destinados a morir en el fuego. La solución era clara, y ambos la sabían: el mendigo ciego llevaría en hombros al mendigo sin piernas mientras este le guiaría hacia la salvación. Su odio y orgullo, sin embargo, hicieron que muriesen abrasados.

lunes, 9 de febrero de 2015

La torre de Babilonia


"No one can prevend me from rising towers in Babylon"

El cielo. Mi objetivo, mi destino, mis ansias y mis sueños. El cielo lo es todo, es lo único. Puede desaparecer el mundo, tan solo quiero llegar allá arriba, al cielo, y sentarme ante Dios. Tengo la determinación para llegar, la capacidad y las ganas. Ya puede llover o la tierra puede empezar a hervir, el cielo es mi meta y nada me impediré llegar.


Primero una piedra, luego otra. Con esfuerzo, disfrutando de cada gota de sudar que resbala por mi mente. Orgulloso de mi voluntad de abstraerme del mundo, de los míos, de la vida. Orgulloso de mira siempre hacia arriba, solamente hacia arriba, hacia el cielo, hacia mi meta. Construyendo esta torre de Babilonia y mirando hacia arriba acabaré sentado junto a Dios y mi dicha será infinita.

Piedra a piedra, escalón a escalón se derrumba, y yo caigo con ella. Piedra a piedra. Arriba, arriba estaba el cielo y mi felicidad. Abajo está el mundo y mi gente, la misma a la que desprecié y no escuché. La misma gente que me decía que los cimientos no eran firmes.

martes, 3 de febrero de 2015

Los ojos del verdugo


"Gran descanso es estar libe de culpa"

Mi cara, la de la vergüenza, escondida tras una máscara negra con apenas dos ranuras para contemplar este mundo tan cruel que me mira con desprecio y admiración. Un nudo en la soga, un hacha afilada o un revolver a punto para disparar justicia y odio irracional. Y mis manos sucias de sangre que se limpiará con un poco de agua. Sangre que no me abandona jamás.


Me juzgan, me admiran y me temen a partes iguales. ¡La justicia, el verdugo! Un hombre con corazón de hierro, un hombre sin corazón alguno. Un hombre con oscuridad en lugar de corazón, con vacío en el pecho. No, un hombre con el corazón roto y remendado mil veces y una más.

La máscara que esconde mi rostro cuando robo una vida, la misma que me persigue cuando cierro los ojos. Los ojos que me miran mientras se apagan, los ojos que me atormentan cuando cae la noche y cierro los míos, los ojos me inculpan por hacer mi deber. No juzgo, no opino, solo ejecuto órdenes. Soy inocente. Y esos ojos acusadores, esos gritos sordos, esos dedos que me señalan me ordenan coger la soga y adornar mi cuello. Que otro use la máscara.