domingo, 1 de diciembre de 2013

Otro amanecer sin ver la luz




"La inmortalidad es una idea deseable hasta que caes en la cuenta de que la tienes que vivir solo"

Mil años escondido. Mil años ocultándome de la luz del sol en un ataúd frío y muerto. Mil años siguiendo la ley inmortal: matar o morir, matar para vivir, vivir para matar.  Tu muerte, mi vida. Muerte dulce y cálida, sangre que quita vida para renacer en un cuerpo yermo. Cazador y presa, presa y cazador por los siglos. ¿Quién es la presa y quien el cazador? El monstruo, gritan aterrados, pero sigo sin comprender, tras tantos años, a quien se refieren. ¿Eres tú, acaso, el monstruo? ¿O soy yo? Aullidos en la noche más cerrada, soy aquello que no ves pero que te eriza los pelos de la nuca.

Mil años entre nieblas, mil años vagando en las sombras que me coronan como príncipe de las tinieblas y señor de la oscuridad. Mil años de amaneceres ausentes y esperanzas perdidas. Tanto tiempo encarcelado en un cuerpo sin alma y una vida sin muerte. Mil años navegando océanos de tiempo para encontrar otra alma ausente, pero no soplan vientos de esperanza que hinchen las velas de mi barco. Un alma perdida en este desierto de gente, una ínsula de soledad en este mar de sangre y dolor.

Eternidad, vasta palabra que no llega a comprender todo su significado. Eternidad, el más cruel de los castigos que Dios o el Diablo inventaron.  Deseo de aquellos que entienden que no son más que una mota de polvo de este planeta… pobres infelices, incapaces de atisbar, ni siquiera un instante, la inmensidad de esa maldición. Tantos humanos anhelando la fuente de la eterna juventud sin entender que la muerte es el cálido abrazo que pone fin a semejante tortura.

¿Quieres vivir para siempre? Piénsatelo bien, yo puedo dártelo. Puedo regalarte la soledad de la vida eterna, el poder de la noche y la desolación de ver morir el mundo que amaste. ¿De verdad la quieres? Piénsalo y búscame. Al fin y al cabo la eternidad no es tan larga.

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